A finales del siglo XIX comienzan a desarrollarse nuevas
propuestas en torno al lenguaje artístico y las formas, tanto de enseñanza
(producción) como de reproducción (espacios). Esta renovación quedará
caracterizada por los críticos y especialistas del mundo del arte bajo el
término “vanguardia”; [1] del
latín abante que significa adelante, o bien avance y del germánico wardaz, guardia o
guardar. Este término de uso militar que caracterizaba a la parte de una tropa que camina delante del
cuerpo principal y lo protege, sería característico para designar una
transición cuyo principal objetivo fue la disolución del viejo problema de la
figuración.
La figuración tuvo
antecedentes ya desde la prehistoria, tanto en el Neolítico como en la edad de
los metales cuando las representaciones hechas en cavernas, en figurillas de arcilla o bien en la
cerámica decorada tenían como interés la demostración del cuerpo humano,
paisajes u objetos reconocibles. Pero en
las culturas cristiana e islámica, estas representaciones quedarían marcadas
por una prohibición de tipo teológico, por ejemplo con la famosa afirmación de
San Agustín que condenaba la
representación figurativa que “ama
vuestros signos, en lugar de amaros a vos mismo” (Dios). Estas interpretaciones mantuvieron durante
mucho tiempo, en el gótico, por ejemplo, la idea de que la representación
figurativa era una forma inferior o inadecuada de transmitir el mensaje de
Dios, permitiendo su expresión solo en miniaturas, vidrierías o retablos o en
las esculturas de cornisas y arbotantes de las iglesias y catedrales, alejados
de la visión clara de los feligreses.
Fue hasta el
Renacimiento que el retorno de lo figurativo se adueña por completo de la
representación artística en prácticamente todas las disciplinas (verosimilitud
y perspectiva en un sentido lógico) y a
partir de ahí, se desenvuelve hasta el siglo XIX en la aspiración constante y
reinterpretada de lo clásico. En este panorama surgen movimientos límite como
el simbolismo que buscaban una tendencia renovadora y espiritualista, pero aún
deudora de la figuración y el academicismo, mientras que sería la pintura
impresionista, la que se enfocaría en trabajar
detalles técnicos de la pintura en el trazo o la iluminación. Aunque
algunos historiadores dejan fuera del concepto de vanguardia al impresionismo, fue el primer
movimiento que se rebeló contra los gustos de la época y la forma de enseñanza
del arte, bajo la idea de presentar la realidad de otra manera. El precursor
sería Eduardo Manet y luego pintores como Degas, Monet, Cezanne o Renoir
abordarían de forma similar el quehacer pictórico por medio de trazos breves
dirigidos a captar el instante en forma fugaz, como si el objeto desapareciera
de improviso entre el tiempo y la luz.
Dado que la pintura
impresionista se proponía una obra relativista, es decir, creada por la
circunstancia del medio ambiente y las condiciones de iluminación, en algunos
casos parecía inacabada o hasta grotesca para algunos de los gustos más
conservadores de la época, ya que se apreciaba la imagen como diluida o sin
solidez. Sólo en algunas obras (la catedral
de Ruán de Monet por ejemplo), estos artistas fueron bien recibidos por la
crítica y es muy probable que este estilo sea la encarnación de la célebre
frase con que el filósofo Karl Marx caracterizaría la modernidad industrial: “All
that is solid melts into air” (todo lo sólido se desvanece en el aire). Posteriormente,
el llamado neoimpresionismo o también llamado puntillismo, a través de pintores
como Paul Signac y Geoges Seurat, algunos años después, motivados por más avances en la fotografía y
la cuatricomía,[2]
retomaron este impulso de disolución de la imagen, en un sentido más técnico y
controlado en cierto sentido más racional y estudiado.
Tras esta
renovación en el academicismo clásico, iniciada por la pintura impresionista,
veremos una sucesión de experimentos plásticos con dos objetivos cada vez más
claros, por una parte, la ruptura con los cánones tradicionales de representación figurativa, basada en
paisajes, personas u objetos definidos en función de su apego a las líneas de trazo
y contornos sólidos que enfocaban la mimesis (del griego μίμησις ) como imitación del referente, en función
del apego al modelo original, y en consecuencia, el surgimiento de una nueva
forma de representación ajena a esta función imitativa, ya que el arte de la
fotografía aparecido en el siglo XIX pone en cuestión el predominio referencial
de la obra, es decir, su equivalencia respecto a un original.
La abstracción
(del latín abstractio) viene a sustituir a fines del siglo XIX la función referencial del arte clásico,
aunque la intención abstracta, era ya un problema fundamental de la
investigación filosófica en los
griegos desde la metafísica. Sin
embargo, la abstracción en los artistas a fines del siglo XIX se opone al
realismo y la fotografía bajo la búsqueda de un estilo de representación que no trate de reproducir formas de la naturaleza u otros
modelos, sino que experimente desde la obra en sí misma a través de su estructura, forma y colores.
En este proceso, el artista rechaza todo modelo
exterior a su conciencia, es decir, a la intención de organizar los elementos
formales en función de una realidad externa, presentada como visible. La abstracción
reencuadra en varios niveles el problema de lo figurativo, así podemos encontrar
un abstraccionismo puro como en Kandinsky donde hay un predominio del sentido
filosófico (metafísico) en la obra y otro abstraccionismo “parcial” que aún
guarda cierta referencia mínima respecto al sentido referencial y a modelos
externos, como sucedería en movimientos como el cubismo o el fauvismo.
Sería hasta la primera veintena del siglo XX que el arte abstracto, coordinado
en cierto sentido por la expresión de vanguardia, que se le reconocería como
una forma de innovación que abre las posibilidades de representación expresiva
para las diferentes artes que recibieron un impulso derivado de esta forma de
entender la realidad y por que no, prospectarla a futuro.
Bibliografía
Milicua José (Dir). (1994) Historia
Universal del Arte- Arte S. XX - VV- IX, Editorial Planeta.
Gooding, Mel (2001). Abstract Art
(Movements in Modern Art series). Tate Publishing.
Vicens
Francesc y varios (1973). Arte abstracto y arte figurativo. Biblioteca Salvat.
Barcelona.
[1]
Técnica que se basa en la reducción de los colores básicos a cuatro con la
finalidad de conseguir un espectro de coloración más amplio.
[2]
Vanguardia con
relación al arte aparece por primera vez en el primer cuarto del siglo XIX, en textos
de los socialistas utópicos. No se trataba de un grupo o de una tendencia
artística en particular, sino que el arte se presentaba en general, como
avanzadilla de los sectores fundamentales que tratan de transformar la sociedad:
la ciencia y la industria. Esto introduce otro concepto de vanguardia:
Vinculación con actitudes progresistas ( implicaba ansia transformadora de la
sociedad ). A fines del XIX, el término vanguardia se utilizó en el vocabulario
político y antes de la primera guerra mundial pasó a ser frecuente, en la
crítica artística concretamente se aplicó al Cubismo y Futurismo. http://www.um.es/aulasenior/saavedrafajardo/trabajos/vanguardias.pdf