domingo, 7 de septiembre de 2014

Del arte figurativo al arte abstracto

por Ramón Ramírez Ibarra, PhD.

A finales del siglo XIX comienzan a desarrollarse nuevas propuestas en torno al lenguaje artístico y las formas, tanto de enseñanza (producción) como de reproducción (espacios). Esta renovación quedará caracterizada por los críticos y especialistas del mundo del arte bajo el término “vanguardia”; [1]  del latín abante que significa adelante, o bien avance  y del germánico wardaz, guardia o guardar. Este término de uso militar que caracterizaba a la parte de una tropa que camina delante del cuerpo principal y lo protege, sería característico para designar una transición cuyo principal objetivo fue la disolución del viejo problema de la figuración.
La figuración tuvo antecedentes ya desde la prehistoria, tanto en el Neolítico como en la edad de los metales cuando las representaciones hechas en cavernas,  en figurillas de arcilla o bien en la cerámica decorada tenían como interés la demostración del cuerpo humano, paisajes u objetos reconocibles.  Pero en las culturas cristiana e islámica, estas representaciones quedarían marcadas por una prohibición de tipo teológico, por ejemplo con la famosa afirmación de San Agustín  que condenaba la representación  figurativa que “ama vuestros signos, en lugar de amaros a vos mismo” (Dios).  Estas interpretaciones mantuvieron durante mucho tiempo, en el gótico, por ejemplo, la idea de que la representación figurativa era una forma inferior o inadecuada de transmitir el mensaje de Dios, permitiendo su expresión solo en miniaturas, vidrierías o retablos o en las esculturas de cornisas y arbotantes de las iglesias y catedrales, alejados de la visión clara de los feligreses.


Fue hasta el Renacimiento que el retorno de lo figurativo se adueña por completo de la representación artística en prácticamente todas las disciplinas (verosimilitud y perspectiva en un sentido lógico)  y a partir de ahí, se desenvuelve hasta el siglo XIX en la aspiración constante y reinterpretada de lo clásico. En este panorama surgen movimientos límite como el simbolismo que buscaban una tendencia renovadora y espiritualista, pero aún deudora de la figuración y el academicismo, mientras que sería la pintura impresionista, la que se enfocaría en trabajar  detalles técnicos de la pintura en el trazo o la iluminación.  Aunque algunos historiadores dejan fuera del concepto de vanguardia al impresionismo, fue el primer movimiento que se rebeló contra los gustos de la época y la forma de enseñanza del arte, bajo la idea de presentar la realidad de otra manera. El precursor sería Eduardo Manet y luego pintores como Degas, Monet, Cezanne o Renoir abordarían de forma similar el quehacer pictórico por medio de trazos breves dirigidos a captar el instante en forma fugaz, como si el objeto desapareciera de improviso entre el tiempo y la luz.

Dado que la pintura impresionista se proponía una obra relativista, es decir, creada por la circunstancia del medio ambiente y las condiciones de iluminación, en algunos casos parecía inacabada o hasta grotesca para algunos de los gustos más conservadores de la época, ya que se apreciaba la imagen como diluida o sin solidez.  Sólo en algunas obras (la catedral de Ruán de Monet por ejemplo), estos artistas fueron bien recibidos por la crítica y es muy probable que este estilo sea la encarnación de la célebre frase con que el filósofo Karl Marx caracterizaría la modernidad industrial: “All that is solid melts into air” (todo lo sólido se desvanece en el aire). Posteriormente, el llamado neoimpresionismo o también llamado puntillismo, a través de pintores como Paul Signac y Geoges Seurat, algunos años después,  motivados por más avances en la fotografía y la cuatricomía,[2] retomaron este impulso de disolución de la imagen, en un sentido más técnico y controlado en cierto sentido más racional y estudiado.

Tras esta renovación en el academicismo clásico, iniciada por la pintura impresionista, veremos una sucesión de experimentos plásticos con dos objetivos cada vez más claros, por una parte, la ruptura con los cánones tradicionales  de representación figurativa, basada en paisajes, personas u objetos definidos en función de su apego a las líneas de trazo y contornos sólidos que enfocaban la mimesis (del griego μίμησις ) como imitación del referente, en función del apego al modelo original, y en consecuencia, el surgimiento de una nueva forma de representación ajena a esta función imitativa, ya que el arte de la fotografía aparecido en el siglo XIX pone en cuestión el predominio referencial de la obra, es decir, su equivalencia respecto a un original.
La abstracción (del latín abstractio) viene a sustituir a fines del siglo XIX  la función referencial del arte clásico, aunque la intención abstracta, era ya un problema fundamental de la investigación filosófica en los griegos desde la metafísica. Sin embargo, la abstracción en los artistas a fines del siglo XIX se opone al realismo y la fotografía bajo la búsqueda de un estilo de representación que no trate de reproducir formas de la naturaleza u otros modelos, sino que experimente desde la obra en sí misma a través  de su estructura, forma y  colores.
En este proceso, el artista rechaza todo modelo exterior a su conciencia, es decir, a la intención de organizar los elementos formales en función de una realidad externa, presentada como visible. La abstracción reencuadra en varios niveles el problema de lo figurativo, así podemos encontrar un abstraccionismo puro como en Kandinsky donde hay un predominio del sentido filosófico (metafísico) en la obra y otro abstraccionismo “parcial” que aún guarda cierta referencia mínima respecto al sentido referencial y a modelos externos, como sucedería en movimientos como el cubismo o el fauvismo.


Sería hasta la primera veintena del siglo XX que el arte abstracto, coordinado en cierto sentido por la expresión de vanguardia, que se le reconocería como una forma de innovación que abre las posibilidades de representación expresiva para las diferentes artes que recibieron un impulso derivado de esta forma de entender la realidad y por que no, prospectarla a futuro.


Bibliografía

Milicua José (Dir). (1994) Historia Universal del Arte- Arte S. XX - VV- IX, Editorial Planeta.
Gooding, Mel (2001). Abstract Art (Movements in Modern Art series). Tate Publishing.
Vicens Francesc y varios (1973). Arte abstracto y arte figurativo. Biblioteca Salvat. Barcelona.


[1] Técnica que se basa en la reducción de los colores básicos a cuatro con la finalidad de conseguir un espectro de coloración más amplio.

[2] Vanguardia con relación al arte aparece por primera vez en el primer cuarto del siglo XIX, en textos de los socialistas utópicos. No se trataba de un grupo o de una tendencia artística en particular, sino que el arte se presentaba en general, como avanzadilla de los sectores fundamentales que tratan de transformar la sociedad: la ciencia y la industria. Esto introduce otro concepto de vanguardia: Vinculación con actitudes progresistas ( implicaba ansia transformadora de la sociedad ). A fines del XIX, el término vanguardia se utilizó en el vocabulario político y antes de la primera guerra mundial pasó a ser frecuente, en la crítica artística concretamente se aplicó al Cubismo y Futurismo. http://www.um.es/aulasenior/saavedrafajardo/trabajos/vanguardias.pdf